Aburrirse es vivir

Aburrirse es algo muy común y muy humano. Por ello, deberíamos considerar que aburrirse es vivir.

Según la Real Academia de la Lengua Española, el aburrimiento es el “cansancio producido por falta de estímulo o distracción, o por molestia reiterada”.

En su texto Elogio del aburrimiento, el filósofo Santiago Alba Rico nos cuenta que a la gran poetisa, monja y feminista del siglo XVII, Sor Juana Inés de la Cruz, se le prohibió leer y escribir y se le mandó castigada a la cocina.

Allí, estudiaba y escribía con la mente, es decir pensaba. “Del huevo y de la manteca, del membrillo y del azúcar, mientras cortaba y amasaba y freía, sacaba una consideración, una reflexión, un hilo interminable de conjeturas, y esto hasta el punto de llegar a afirmar con desafiante ironía: Si Aristóteles hubiera cocinado, habría pensado más y mejor”.

Otros filósofos han reflexionado sobre el aburrimiento como una forma de tedio, que puede hacer que nos separaremos del mundo provocándonos una especie de melancolía, que en ocasiones produce un estancamiento real.

Para Josefa Ros Velasco, filósofa y Premio Nacional de Investigación por su estudio sobre el aburrimiento: “Si alguien se aburre suele darse a la botella, cuando le pasa a un país suele darse una revuelta”.

En su libro La enfermedad del aburrimiento, la autora dice estar convencida de que el aburrimiento es un mecanismo adaptativo que nos hace mejorar y evolucionar.

Aburrirse es distinto a no hacer nada, aburrirse es vivir

Hay creencias muy arraigadas en la cultura popular sobre el aburrimiento. Un claro ejemplo de ello es la expresión de que solo se aburren los tontos y las personas pocos creativas. Otro mito es el que indica que aburrirse es privilegio exclusivo de los perezosos e indiferentes.

Y no. Todos somos susceptibles de aburrirnos.

De hecho, la filósofa apunta que nos aburrimos un 3% de cada 30 minutos de nuestra vida. Pero casi nadie se atreve a reconocerlo por miedo a caer en el bucle estigmatizante del fracaso o ser señalados como culpable de algo que no depende de la voluntad.

Aburrirse es un mecanismo de defensa para desechar aquello que no nos sirve y mantener lo que sí tiene valor; de hecho nos protege de situaciones dañinas o que han perdido vigencia porque nos producen estancamiento.

«No soy un completo inútil: al menos sirvo de mal ejemplo». Les Luthiers.

El filósofo rumano, Emil Cioran, maestro del aforismo e ingenioso nihilista, apuntaba que el aburrimiento es el motor de la historia. Cada vez que un sistema o modelo se queda obsoleto, produce una revuelta: Edad Media a Edad Moderna. Mayo del 68, la Revolución Francesa.

Quizás deberíamos aburrirnos un poco más y dar pasos para crear las bases de aquello que verdaderamente nos estimule a crear cosas significativas, en lo individual y en lo colectivo. Porque aburrirse es vivir.

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