Título primario

Adiós salvajes: Una celebración del amor familiar.

Adiós Salvajes película sobre resiliencia y familia.

Lo primero que sorprende de este increíble documental es la dureza de su premisa. Si eres capaz de llegar a su visionado sin saber nada de lo que va a ocurrir ni de lo que
trata a los cinco minutos vas a quedar perplejo, porque a veces la realidad puede
truncar todos los planes por muy claro que lo puedas llegar a tener todo en la vida,
y
aquí un acontecimiento tan cruel como inesperado va a derivar en una progresiva
mutación de lo cotidiano.

Lo que en principio se nos presenta como una tierna mirada
a una familia noruega que vive de manera sostenible gracias a la tierra que rodea su
granja rural muta a una historia de superación y de aceptación a las circunstancias
sobrevenidas, y es que en este premiado trabajo de la directora noruega Silje Evensmo
Jacobsen no se trata de lamerse las heridas ni de recrearse en la desgracia sino de
explicarnos que la vida no siempre es fácil, y que si sabes escalar desde la dificultad te
darás cuenta de que siempre hay muchas cosas maravillosas por las que luchar.

El nivel de adaptación a las nuevas circunstancias que demuestran los protagonistas
tras el trágico giro que dan sus vidas desde luego es encomiable. Cada uno intenta
digerir la dificultad extrema a la que se han de enfrentar de la mejor manera posible, y
es ahí donde cobrarán protagonismo algunos elementos primordiales a los que a veces
no damos la importancia que se merecen, como lo son los lazos familiares, la amistad,
y, de forma paradójica si nos atenemos al supuesto con el que arranca la obra, la
inclusión. Y lo sorprendente es que quienes acaban tomando las decisiones más
adecuadas son los más pequeños del hogar.

La lente de Jacobsen sigue a los niños y a su padre mientras encuentran su nueva
normalidad durante un período de adaptación que todavía es duro. Sin su madre, los
niños se sienten desconectados, incluso con un padre presente y constante que
intenta poner sus necesidades por encima de las suyas en todo momento.

Resulta doloroso observar la incomodidad de la hija mayor al visitar a la familia con la que ya
no siente que sea un puente completo, al igual que la comprensión gradual de Nik de
cuánto de su utopía tendrá que cambiar para que todos puedan sobrevivir.
El padre, abrumado por la responsabilidad, se mueve en un mar de dudas intentando
decidir que va a ser lo mejor para sus hijos
, y éstos, demuestran mediante una
permeabilidad y un nivel de adaptación en teoría impropios para su edad, que también
tienen mucho que decir a la hora de dilucidar cuál va a ser su futuro, tanto en cuanto a
residencia como a educación.

En Adiós salvajes, película sobre resiliencia y familia los niños son los héroes.

Ellos toman decisiones honestas y se mantienen firmes en ellas. Nadie les separa de su vida
familiar y mantienen a su padre a flote emocionalmente hablando.
Nos hallamos ante una historia tan intensa como bellamente filmada.

No en vano los paisajes de los fiordos noruegos son espectaculares, tanto en los lugares más alejados
de la ciudad donde la familia protagonista lleva a cabo su labor de resiliencia ante las
imposiciones de la sociedad (deciden vivir en plena naturaleza educando ellos mismos
a sus hijos para que crezcan todo lo libres que puedan), como en los pueblos donde
deben trasladarse una vez su sueño utópico-bucólico llegue a su fin.

Acompañados de música hermosa y bellas imágenes apropiadas para la alegría del
momento, con esas estampas familiares donde se da plena comunión entre la familia y
la naturaleza, podríamos llegar a pensar que estamos ante un documento ecológico en
la lucha por la preservación de la Tierra, y algo de ello hay, aunque de forma paulatina
se van a ir incluyendo otros factores más propios de la ciudadanía que, lejos de
mostrarse negativos o impositivos, son una consecuencia natural del nuevo orden
establecido.

Así, la escolarización parcial de los niños, que en un principio podría considerarse como
un paso atrás para asentar los valores que se les han querido inculcar desde su
nacimiento
(no en vano se refieren a ella en un momento dado como “la prisión”), se
resuleve como una solución eficaz para que estos se sientan más acompañados y
puedan llegar a interrelacionarse con otras personas de su misma edad. En este
aspecto vale la pena destacar las diferencias existentes entre el sistema educativo
escandinavo y el de otros países de Europa
(sí, me refiero al nuestro).

El reconocimiento a la figura del profesor; el que los alumnos sean sujetos activos de su
educación o el que tengan tan claro que los niños felices aprenden más es parte de un
sistema a años luz del nuestro. Eso sí, el momento en el que una de las hijas trae la
tablet que le han prestado en el colegio y todos los hermanos la rodean para descubrir
el nuevo invento es devastador. El padre intenta que sus hijos no caigan en el consumo
tecnológico compulsivo al que todos más o menos estamos abocados, y se da cuenta
de que su objetivo a la larga será baladí, porque ya no hay marcha atrás
.

Algunos han querido comparar esta película con Captain Fantastic, aquella
de 2016 protagonizada por Viggo Mortensen en la que el oscarizado actor también
ejercía de progenitor que criaba a sus hijos aislados totalmente de la vida moderna, de
las comodidades de las ciudades y de la sociedad de consumo. Aquí no entraremos a
valorar diferencias y similitudes entre ambas, pero sí que invitamos a quien nos lea
que se preste al visionado de ambos trabajos, porque puede ser una buena piedra de
toque para abrir un posterior debate.

En definitiva, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Adiós Salvajes es una película sobre resiliencia y familia, conmovedora. De hecho, ver el momento en que la familia se aleja de la granja
por última vez, resulta desgarrador. También funciona como un poderoso recordatorio
de lo que es importante en la vida
. Esta familia, y especialmente los niños,
simplemente se aprecian entre sí y todo lo que tienen, al tiempo que forjan una gran
admiración por la naturaleza fuera de sus cuatro paredes.

Escribe Francisco Nieto

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