Para acabar con el hambre en el mundo se habla de cultivar desiertos , se fomenta la investigación transgénica e, incluso, se piensa en clonar la carne. Al más puro estilo de la multiplicación de los panes y los peces. Milagros y futuribles aparte, hay posibles soluciones que han estado milenios delante de nuestras narices y no hemos logrado ni imaginar.
Es el caso de las algas. Si la humanidad fomentara la agricultura oceánica podría dar de comer a miles de millones de personas. Además, absorbería el CO2 y los gases de efecto invernadero de la atmósfera. Sociedades asiáticas como la japonesa, coreana o china ya llevan años incluyendo algas en su dieta habitual. Son fuentes seguras y muy poderosas de los nutrientes necesarios para el día a día de todo ser humano. Entre ellos, las algas aportan vitaminas, minerales, fibra y proteínas, además de ácidos grasos no saturados.
El Pacto Mundial de las Naciones Unidas busca que las empresas e instituciones se unan para fomentar los principios universales en materia de derechos humanos, trabajo, medioambiente y la promoción de los objetivos sociales. Este Pacto ha publicado un manifiesto sobre las algas. En él analiza las oportunidades y las barreras con las que se encuentra esta posible industria.
Agricultura submarina
Las algas realizan la fotosíntesis. Esto implica la absorción de CO2 y su transformación en O2. Este proceso ayuda a la disminución de gases de efecto invernadero que asolan y congestionan nuestra atmósfera. También ayuda a limpiar los océanos y a crear hábitats para especies marinas que usan estas algas como su hogar. Por lo que la creación de cultivos bajo el mar no es una idea tan descabellada.
Empresas como Kelp Blue tratan de desarrollar y concienciar sobre la idea de la agricultura submarina. En concreto del alga kelp, conocida como laminaria o kombu, en la gastronomía japonesa. Las granjas de laminarias que pretende construir para el año 2050 serían capaces de recoger y filtrar medio gigatón de CO2 de la atmósfera. Esto es equivalente a 500.000 toneladas de gases de efecto invernadero. Esta es, aproximadamente, la cantidad de dióxido de carbono que los Países Bajos emiten durante todo un año.
Por otro lado, la industria generada a raíz de la agricultura de algas tiene la capacidad de revitalizar áreas de costa al crear puestos de trabajo digno para sus pobladores. Fuera de Asia, el tejido empresarial está muy fragmentado y regionalizado. Por ello, hay multitud de oportunidades de desarrollo de este negocio a lo largo de kilómetros de costa.
Las algas como alimento
Según las Naciones Unidas alrededor de dos mil millones de personas sufren de déficits nutricionales. Igualmente, y según la misma organización internacional, para el año 2050 la Tierra estará poblada por casi diez mil millones de personas. El manifiesto sobre las algas expone la necesidad de que el mundo necesitará un 50% más de comida en 2050 que en 2010. Pero, ¿cómo lo hacemos? La tierra no puede asumir más cultivos si lo observamos desde el prisma de la sostenibilidad. Por ello, se apunta hacia el mar, un medio sin explotaciones agrícolas que ocupa el 70% de la superficie de la Tierra. Sin embargo, desde ONU se insiste en la industria sostenible.
“Se estima que en 2050 el 0,1% del océano se dedicará a la producción de algas como Fuente de alimento, materiales y químicos”.
Manifiesto sobre las algas
Pero existe un problema para el consumo. En occidente, la introducción gastronómica de las algas es relativamente reciente. El aparato digestivo de un español no es el mismo que el de un chino. Milenios de evolución adaptada al medio lo certifican. Es el mismo razonamiento que prohíbe la introducción de alimentos curados como el jamón serrano en países cuyos habitantes no lo toleran de forma natural. Estás algas son ricas en yodo y su ingesta por encima de los niveles asumibles del occidental arquetípico puede llegar a provocar problemas relacionados con la tiroides.
Respecto a estas reticencias, el consumo debe ser sostenible. Igualmente, debe ser sostenible con el medio submarino. Todas las instituciones mundiales deben primar la implantación de políticas de regulación para el consumo y la introducción de las algas en el mercado alimenticio. Asimismo, la introducción en la dieta de occidente debe ser consecuente con la asimilación nutricional de sus pobladores.