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Emotions for Good: Aprender a gestionar nuestras emociones

Las emociones son inevitables y así es como debe ser. Sin embargo, algunas de ellas bien por lo que provocan o su intensidad, nos resultan más incómodas. Aprender a gestionar nuestras emociones nos ofrecerá una información valiosísima sobre asuntos que mejor atender.

Las emociones son una reacción del cuerpo a procesos psicológicos, una respuesta adaptativa al entorno y su relación con nuestra psique. Pueden venir provocadas por una persona, un lugar, un objeto, un acontecimiento… Un ejemplo clásico es “La magdalena de Proust”. El protagonista de «Por el camino de Swann» («En busca del tiempo perdido»), recuerda vívidamente su infancia cuando saborea una magdalena que toma con su té. Un cruce entre la experiencia, la memoria y las emociones. 

¿Qué nos dice lo que sentimos? Fundamental para gestionar nuestras emociones

Las emociones se construyen en procesos que involucran la percepción sensorial, neuronal y psicológica. Es una corriente de información tan compleja que nuestro sistema la transmite en un impulso que puede modificar nuestro cuerpo. Es común el calor que sentimos si alguien se cuela en la fila, el rubor si nos sentimos atraídos por alguien, la rigidez si un perro nos ladra en la calle, o la tristeza que produce una mala noticia.

aprender a gestionar nuestras emociones

Las emociones nos están informando a un nivel básico, casi instintivo, sobre cómo entendemos una situación; si nos resultan agradables o no. Pero la realidad es mucho más compleja que una dicotomía entre bueno y malo. Las emociones son como la realidad, y pueden venir mezcladas unas con otras. 

Las emociones buenas

Daniel Goleman, que introdujo en nuestro vocabulario el concepto de inteligencia emocional distingue seis tipos de emociones básicas: ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo. El dato sorprende porque, de las seis tan solo una tiene una connotación culturalmente positiva: la alegría. Esto ocurre porque estas emociones son útiles para ayudarnos a adaptarnos. Pero afortunadamente, el ser humano ya no tiene que hacer frente a situaciones que ponen su vida diariamente en peligro.  De modo que, conviene aprender a gestionar nuestras emociones y relacionarnos con esas emociones de un modo más adaptativo y más contextualizado con el siglo en que vivimos.

No hay malas emociones

Hay modos de relacionarnos con lo que sentimos. Así es que quizá lo más práctico sea aprender a gestionar esas emociones que nos gustan menos, familiarizarnos con ellas, para aprender a autorregularnos y obtener la información, el conocimiento y el aprendizaje que traen de la mano.

En este artículo nos ocupamos de tres emociones con las que, en mayor o menos medida, lidiamos diariamente. Explicaremos cómo son, su utilidad y tres consejos breves, para ayudar a manejarlas mejor: 

La ira

Ira: aprender a gestionar nuestras emociones

La ira es una emoción que nos llena de energía y nos induce a ponernos en acción. Es una emoción que, si es muy recurrente en nuestra vida, puede ser un síntoma de un trastorno afectivo o de una situación que vulnera nuestros límites. En palabras de la investigadora Brené Brown “la ira es un catalizador, una emoción que necesitamos transformar en algo que nos aporte energía vital.”

  • Algunos especialistas invitan a que recurramos al cuerpo. Movilizar esa energía, de algún modo, con actividad física. “Cansarnos” permitirá que podamos pensar con otra perspectiva en esa situación. 
  • Otra herramienta útil para manejar esta emoción es hacer ejercicios de respiración controlada. 
  • Escribir es otra manera de desahogar las emociones; la escritura nos ayuda a tomar perspectiva sobre cualquier situación. No importa que tenga sentido, la función es abandonar en la hoja en blanco todo lo que pensamos y sentimos. La ira es una sensación muy fuerte y conviene, si no estamos en peligro, calmarnos para analizar y tomar cualquier decisión con respecto a la persona o la situación que nos ha provocado ese estado.

La tristeza

Es la emoción quizá que más nos repele. Suele venir provocada por una mala noticia, también obedecer a un proceso interno psicológico. Una pérdida, un fracaso, una expectativa fallida y precisamente, esta emoción es la que inicia el proceso de recuperación. Nos permite interiorizar y madurar la situación. En este caso el tiempo es un aliado para la creatividad que impulsará el cambio. Otro valor de la tristeza es que nos ayuda a ampliar la empatía para comprender la complejidad de nuestro entorno. Es una sensación que nos hace sentir incómodos; pero hay que darle tiempo. 

  • Confiar en que seremos capaces de encontrar soluciones. 
  • La tristeza nos lleva a replegarnos, pero conviene rodearse de personas que puedan sostener nuestra compañía y mantener una escucha activa de lo que nos preocupa, o simplemente, de lo que queremos contar. 
  • De nuevo, la actividad física nos ayudará y agendarnos espacios de autocuidado

Miedo

Aprender a gestionar nuestras emociones

El miedo es una emoción que surge con la amenaza de un peligro físico, emocional o psicológico y puede ser real o imaginado. Considerado clásicamente una emoción mala, el miedo, sin embargo, tiene un rol esencial para mantenernos seguros y nos activa ante un peligro potencial. Es una emoción vital y por tanto, se manifiesta en sus casos más intensos como sensación de frío, falta de aire, incluso sudores y temblor.

  • Para identificar el miedo, lo mejor es nombrarlo. Cuando verbalizamos lo que nos ocurre, empezamos a tener control sobre ello. Deja de ser un ente abstracto para descomponerse en realidades más concretas y manejables.
  • Es muy común obsesionarse con algo que no ha ocurrido pero además, fantasear con escenarios catastrofistas que nos inmovilizan. Visualizar un escenario favorable, es una técnica que puede abrir nuevas posibilidades y ofrecernos otras alternativas a lo que nos da miedo. 
  • La calidad de nuestra conversación interna puede darle forma a la realidad. Un modo de ayudarnos en una situación difícil es elaborar una frase que refuerce nuestra autoestima o que nos centre en el agradecimiento. La gratitud es una herramienta que nos enfoca en lo que tenemos y las oportunidades que ofrece.

Acepta lo que sientes

En ningún caso conviene reprimir nuestras emociones. Debemos hacer un ejercicio por comprenderlas. Es un excelente modo de entender lo que nos ocurre y nos ayudará para establecer una relación más saludable con nosotros mismos. 

El cerebro humano tiene una clara inclinación a aquello que nos hace sentir bien. A lo que tenemos que sumarle, cierta presión social para no solo “estar bien” sino parecer que lo estamos. Esta es la razón por la que conviene tener un buen intérprete de las emociones. Y esa persona no puede ser otra, más que uno mismo. 

Aprender a gestionar nuestras emociones no es una lección habitual, instalada en nuestra cultura. Razón por la que la terapia psicológica se ha ido abriendo paso como una herramienta que puede ayudarnos en nuestro bienestar. Mientras la educación en emociones se abre espacio en la pedagogía. Deberemos investigar y explorar con nuestros propios medios y con la ayuda de otros. Pero sobre todos llenarnos de grandes dosis de compasión y paciencia para entender qué nos ocurre.

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