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Cafarnaúm

Los niños y los indocumentados: invisibles y olvidados en los países del tercer mundo

Cuando se estrenó Cafarnaúm, hace tan solo un par de años (2018), el mundo asistía a un hecho prácticamente insólito: una directora de cine libanesa (Nadine Labaki) nos mostraba, bajo la atenta y elegante mirada de su cámara, la madurez prematura de un niño que lucha cada día por sobrevivir.

Ambientada en las calles del Líbano, este drama humano que pretende servir de denuncia, nos enseña todas y cada una de las situaciones tan terribles y difíciles a las que están expuestos los niños de los países subdesarrollados. La película es una oda a la infancia prohibida y una denuncia a la ausencia de identidad cuando eres un “sin papeles”.

La higiene y el agua potable son un privilegio

Durante las dos horas que dura esta historia, asistimos a la infancia de Zain. Es un niño libanés de doce años que vive con sus padres y sus hermanos, todos ellos hacinados en una chabola. En su casa las condiciones de higiene y nutrición son prácticamente inexistentes. Van vestidos casi con harapos y apenas tienen agua corriente para beber o lavarse. En el film puede verse como los niños tienen que lavarse en parques de bomberos, con mangueras de agua que ellos mismos les facilitan. Y en ocasiones, la pobreza es tan extrema que tienen que vender su propio pelo para ganar algo de dinero.

El derecho a la educación es un lujo

La educación es otro de los aspectos de los que se priva a estos niños. Los padres no ven utilidad alguna en que aprendan poesía o matemáticas. Prefieren que estén en la calle haciendo de vendedores ambulantes de zumos de frutas y pañuelos o repartiendo en las distintas casas de la asolada ciudad. La única razón por la que los padres de Zain quieren que su hijo vaya al colegio es porque reciben recursos como alimentos y ropa, que pueden servir para el resto de la familia. La escasez de métodos anticonceptivos y la necesidad de mano de obra hacen que estas familias tengan muchos hijos que, debido a la escasez de recursos y posibilidades, son incapaces de cuidar de manera saludable.

Sin papeles, sin derechos

Otro de los aspectos que se denuncia en esta película es la existencia de una elevada masa social que subsiste sin ningún tipo de documentación que acredite su existencia. Es el caso del bebé Yonas. Su madre Rahil es una joven etíope limpiadora que emigra en busca de una vida mejor. Sin embargo, se ve obligada a mantener oculto a su bebé por miedo a que la policía descubra que no tiene certificado de nacimiento. En determinado momento de la película asistimos de manera indirecta a la muerte de una de las hermanas de Zain, Sahar, que fallece a las puertas del hospital al no haber sido atendida por su falta de documentación. Ante esta situación, muchas personas en riesgo de exclusión se ven obligadas a falsificar permisos de residencia o de identidad para no ser desatendidos, repatriados o encarcelados.

Los hijos: bienes de intercambio y mano de obra

Para estas familias, el nivel de pobreza es tan extremo que se ven obligados a utilizar a sus hijos varones como mera mano de obra, obligándoles a conseguir medicamentos que posteriormente trituran para vender en forma de droga bebida. En el caso de las hijas, como vemos también en el personaje de Sahar, la situación es todavía peor. Cuando las mujeres alcanzan su madurez (primera vez que les baja el período) son vendidas a familias con dinero o mejores recursos. En otras ocasiones, directamente son intercambiadas por alimentos, ya sea un par de gallinas o un saco de azúcar.

Nacer: castigo eterno

Desde el mismo instante de su nacimiento, estos niños están condenados a malvivir, a tener una vida gris y vacía, llena de peligros y miseria. Se pueden ver niños solos por las calles, sin vigilancia alguna y cubiertos de pis, babas o mocos. El maltrato infantil al que están sometidos es otro aspecto importante a destacar de esta película. Los propios padres de Zain le insultan a cada momento o le pegan a la menor de cambio. No se ve ápice de amor hacia él. Ante todas estas circunstancias, no es de extrañar que el niño quiera denunciar a sus padres por haberle dado la vida, pues en ella solo ha conocido miseria y pesar.

Durante la película vemos como un conjunto de voluntarios ofrecen recursos a los refugiados Sirios. Es imprescindible la labor humanitaria que realizan estas personas, así como las organizaciones solidarias. Tal y como está establecido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la ONU en la Agenda 2030, es vital que los países con mayores recursos ayuden a garantizar unas condiciones de vida dignas a todo ser humano, para así poner fin a situaciones de pobreza, guerra o desigualdad.


Soy Irene Merino, comunicadora y periodista cultural. Devoradora de historias y soñadora hasta la médula. Viviría dentro de una sala de cine y moriría entre las páginas de un libro. Me emociono en el teatro y por supuesto con los videojuegos. La vida sin música sería un error, y sin cultura una tortura.

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