Hay una zona de España que no teme al lobo feroz. Pedro ya no grita ¡Que viene el lobo! Y Caperucita llega a casa de su abuela sin más historia que algún tropiezo. Y no, estas criaturas no se han extinguido en la zona; al contrario: treinta manadas viven en la provincia. La comarca zamorana Sanabria convive en paz con el antepasado directo del mejor amigo del hombre.
Esta convivencia está permitiendo la re-ocupación y recuperación de una especie extinguida en muchas zonas de la península. El ecosistema es propicio: perfecto para su alimentación y con escasa densidad de población humana. Y es que ganaderos y cazadores han sido en las zonas rurales de Europa la principal amenaza para estos animales: venenos y armas arrasaron con ellos. En España, según el diario Público, quedaban solamente 300 ejemplares a principios de la década de los setenta.
¿Por qué llegó el lobo ibérico al borde de la extinción?
En 1953 entró en vigor la “Ley de Alimañas”, una estrategia del Ministerio de Agricultura franquista. Los animales silvestres incluidos en esta lista fueron perseguidos y exterminados. Buena parte de la fauna ibérica estuvo a punto de desaparecer. La disposición llegó al punto de crear Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza. Estas instituciones proporcionaban venenos y demás medios de extinción de animales dañinos. El objetivo era claro: la erradicación total.
En poco más de 5 años, 2.000 lobos habían perdido la vida al amparo de la ley. Un número que palidece ante el medio millón de animales que murieron a manos del hombre en ese lustro.
En 1966, comenzó a vedarse la caza de algunas especies; y ya en 1970, la Ley de Caza comenzó a hablar de las primeras especies protegidas.
El secreto de la convivencia entre lobos y humanos
Un sistema de indemnizaciones por daños ágil y eficiente permite que la histórica relación de odio y respeto entre ganaderos y lobos se haya relajado. Si bien los lobos seguirán alimentándose de ganado si encuentran la posibilidad, la comarca ha creado un mecanismo de prevención ganadera para evitar riesgos.
La respuesta está en otros cánidos: los nobles mastines defienden el rebaño. Además, los vallados eléctricos, la vigilancia y el encierro de los animales durante la noche completan las prácticas necesarias para evitar los ataques del lobo.
Y no sólo evitan ataques: esta zona ha apadrinado al lobo como elemento turístico. De hecho, muchas empresas utilizan su imagen como distintivo. La respuesta recibida es positiva. Se han multiplicado los turistas en la zona, sobre todo aquellos interesados en la observación de este animal.
Ahora, los lobos comienzan a recuperar territorios. Pero los ganaderos de otras zonas no están acostumbrados a esta amenaza. Por eso, es necesario comenzar a implementar estos sistemas de prevención más allá de la Sierra de la Culebra.
El caso de Sanabria es destacable. Han conseguido hacer lo que en las zonas rurales parecía imposible: que el lobo se convierta en un aliado para el pequeño comercio rural, en lugar de una fuerte amenaza. Un ejemplo a seguir por todas las comarcas, para preservar la naturaleza y convertirla en un fuerte para las empresas.
BERNARDA PARODI