Hace exactamente 250 años, el explorador británico James Cook se topó con la Gran Barrera de Coral. Viajaba en su primera expedición para la Royal Society por aguas australianas cuando su barco encalló con la mayor estructura viva del planeta, convirtiéndose en el primer europeo en divisar dicho arrecife.
Los arrecifes son colonias de organismos coralinos llamados pólipos que se agrupan formando estos característicos armazones que pueden tener hasta millones de años de antigüedad. Durante todo este tiempo han servido como sustento para millones de especies marinas. Además protegen las costas de la erosión de las olas y las tormentas, absorben nitrógeno y carbono y ayudan a reciclar los nutrientes.
De entre todos los arrecifes que hay en el mundo, aquel con el que se topó Cook es el más grande que existe. Se extiende a lo largo de 2600 kilómetros e incluso puede apreciarse desde el espacio. Sin embargo, debido a la acción humana estas estructuras están en un grave peligro.
El blanqueamiento de los corales
Los arrecifes de coral en realidad no tienen color ya que los pólipos que la componen son translúcidos. Su característico aspecto se lo deben a las millones de algas que allí habitan pigmentando los corales. Ambas especies conviven en una simbiosis casi absoluta que les ayuda a sobrevivir.
Sin embargo, en los últimos años estamos siendo testigos de un proceso, denominado blanqueamiento, que altera este equilibrio. Debido a las altas temperaturas marinas los corales se estresan, lo que provoca la expulsión de las algas que habitan en él. Como consecuencia estas grandes estructuras pierden sus colores vibrantes y se tornan blanquecinas.
Desgraciadamente este proceso es cada vez más habitual. Sin ir más lejos, el pasado marzo la Gran Barrera de Coral sufrió un episodio de decoloración masiva, el tercero en 5 años. Estos fenómenos también pueden ocurrir a gran escala, afectando a gran parte de los corales del mundo. Esto ocurrió entre 2014 y 2017, convirtiéndose en el blanqueamiento más prolongado y destructivo de la historia.
La acción humana de nuevo culpable
Los científicos se muestran muy preocupados por la degradación de estas grandes estructuras vivas. Los episodios anteriormente comentados cada vez se repiten con mayor frecuencia, lo que no hace más que empeorar las estimaciones de los expertos.
Según advirtió el pasado diciembre la responsable de la división Marina y de Agua Dulce de la ONU, Leticia Carvalho, la inacción provocará la desaparición de los arrecifes de corales. Incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente vaticinó que de seguir así desaparecerían para finales de siglo.
De nuevo el cambio climático está en la raíz del problema. La emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera provoca el calentamiento global, y por ende, de los océanos. Los corales sufren mucho con esta variación térmica, a lo que habría que sumar el daño que provocan el escurrimiento de fertilizantes o el uso de herbicidas y pesticidas por parte del ser humano.
No podemos arriesgarnos a perder un patrimonio natural de esta envergadura. La vida marina y humana se verá muy afectada de ser así y el daño para el planeta sería incalculable. Es por ello que debemos tomar conciencia de la dimensión real del problema y actuar antes de que sea demasiado tarde. La vida en la Tierra está en juego.