Los métodos de obtención de alimento son una de las claves para combatir el cambio climático. Una de las maneras consiste en ceder a la agricultura cada vez más parte del terreno dedicado a ganadería, pero dentro de la agricultura de consumo nosotros podemos poner de nuestra parte realizando un autocultivo.
Este es uno de los puntos del cultivo biointensivo, aprovechar pequeñas cantidades de terreno para el autocultivo sostenible sin depender de factores externos. Además esto se puede realizar en cualquier clima, con técnicas manuales y nos otorga una mayor independencia alimentaria en un momento de incertidumbre socioeconómica y cambio climático.
Las ventajas son múltiples: independencia alimentaria y mejora del suelo
El terreno se aprovecha mejor con esta técnica, ya que el aumento general de materia orgánica en el terreno llega al 18% sobre el valor inicial, lo que supone un gran avance y adaptación a un terreno cada vez más árido y amenazado por la desertificación y el cambio climático, aparte del uso excesivo de fertilizantes químicos.
Otros datos interesantes son el consumo de agua que fue un 22%, según datos teóricos, llegando en una de las pruebas en un cultivo de tomate en Galicia, que llegó al 71% de ahorro. Todo esto arroja datos muy favorables, ya que se estima que el cultivo biointensivo pueda alcanzar un 70% de media en el futuro.
El ahorro de recursos, punto clave
Este tipo de cultivo no sólo es una manera de conseguir una independencia alimentaria, es una manera de combatir la desertificación de la tierra, ya que las plantaciones agrícolas agotan el suelo hasta 80 veces más rápido de lo que la naturaleza tarda en reconstruirlo, cuando el cultivo biointensivo mejora la salud del suelo, además de reducir el consumo de agua y en general de cualquier recurso externo según Andrés Muñoz, responsable de soberanía alimentaria de Amigos de la Tierra.