Estamos contando los días para acabar uno de los años más extraños y complicados que recordamos. Pronto se conmemorarán 12 meses del anuncio de que una nueva enfermedad que había “saltado” de animales a humanos se estaba reproduciendo a gran velocidad por China. En un principio no le dimos demasiada importancia, parecía una historia más propia de una película que de la vida real. Sin embargo, un año después, todos hemos sufrido en nuestras carnes las consecuencias de esta enfermedad.
El Covid-19 no es la primera ocasión en la que un virus se extiende de animales a humanos. En las últimas décadas enfermedades como el Ébola, el Zika, el VIH/SIDA o la fiebre del Nilo Occidental han seguido este camino. Es algo tan común, que como indica el informe de la ONU “Prevenir la próxima pandemia: Zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión”, el 60% de los microbios conocidos que causan infecciones en humanos comparten origen animal.
La cara B del desarrollo
En el último siglo la humanidad ha sufrido un proceso de desarrollo sin parangón en la historia. Esta mejora de las condiciones de vida de gran parte de la población mundial ha sido posible por una mayor explotación de los recursos naturales. Como consecuencia, las barreras que separaban los ecosistemas animales y humanos se han reducido hasta casi desaparecer. Esto, unido a una mayor demanda de proteína animal, la existencia de sistemas agrícolas insostenibles o el cambio climático han provocado las condiciones idóneas para el desarrollo de estos virus.
Este fenómeno es conocido como Zoonosis y causa estragos a todos los niveles. No sólo provoca consecuencias en la salud de las personas, sino que tiene consecuencias económicas catastróficas. Según el Fondo Monetario Internacional la actual pandemia se ha saldado con pérdidas de 9 billones de dólares. También experimentaremos una contracción del 3% de la economía mundial.
Con una población mundial en continuo crecimiento, acercándose a los 8.000 millones de individuos, este tipo de fenómenos cada vez serán más comunes si no ponemos remedio. El informe insta a los Estados a enfocar el problema desde una óptica común e interdisciplinar, ya que como hemos aprendido este año, el virus no entiende de fronteras.
Los Objetivos del Desarrollo Sostenible son la mejor solución
La Agenda 2030 aborda desde una óptica global las problemáticas a las que se enfrenta la humanidad en relación al Cambio Climático. La Zoonosis es una más en la gran larga lista de retos a los que nos enfrentaremos en las próximas décadas. Por ello, la consecución de los Objetivos del Desarrollo Sostenible es la mejor solución a este tipo de problemas.
Incentivar las prácticas sostenibles de gestión de la tierra, desarrollar alternativas para la seguridad alimentaria, fortalecer el monitoreo y la regulación de los sistemas alimentarios o reforzar los sistemas sanitarios de todos los países son algunas de las soluciones para paliar este tipo de fenómenos. El desarrollo sostenible y una mayor concienciación de los organismos internacionales son claves para limitar las posibilidades de reproducción de este tipo de virus.
Otro aspecto importante es la conservación de los hábitats naturales de estas especies y la promoción de una agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Una vez más, está en nuestras manos limitar los efectos que la explotación indiscriminada de los recursos naturales provoca en nuestra vida y en la del planeta. Sólo nosotros tenemos la capacidad de revertir el daño que hemos causado en los hábitats naturales que nos rodean.