Un estudio demuestra que las células que evitan la pérdida muscular pueden continuar activándose tras cumplir los 30 años
Desafortunadamente para aquellos que se acercan o que han llegado a los 30 años, este es el punto en que los músculos básicamente se hacen más pequeños. Puede que pienses que ya lo habías oído, pero una nueva revisión de esta teoría presenta una nueva razón por la que deberías evitar bajar el ritmo y moverte un poco más.
Entre muchos otros beneficios, se ha demostrado que el ejercicio aumenta las mitocondrias de las células (orgnánulos generadores de energía); también aumenta el flujo sanguíneo, desecho de toxinas y la fuerza de los huesos.
Aunque muchos estudios relacionados con la degeneración de los músculos se centran en personas mucho mayores, la disminución del tejido muscular en el cuerpo comienza a los 30 años, con una media de entre 3 y 5% de pérdida muscular anual. Afortunadamente, nuestros músculos son capaces de regenerarse, por lo que con un poco de esfuerzo por nuestra parte, podemos contrarrestar esa pérdida.
El crecimiento del músculo, o la regeneración tras una lesión, implica a las células satélite. Cuando se dividen en dos generaciones de células, pueden o bien convertirse en más células satélite, o en mioblastos (células que pueden dividirse en células musculares). Cuando no han sido usadas, las células satélite pasan a un período de latencia para guardar energía.
El biólogo celular William Chen y sus colegas de la Universidad de Ottawa, en Canadá, revisaron la bibliografía sobre de la función de estas células, incluido el entrenamiento y la resistencia de la fuerza humana, así como estudios genéticos y moleculares hechos en ratones.
“Es evidente que las células satélite se activan a través de varias vías de señalización tras el ejercicio”, ha descubierto el equipo, con numerosos estudios de sesiones de entrenamiento humano, que han indicado un incremento en la proliferación de células satélite.
No hacer ejercicio puede causar problemas porque, como todas las células, las células satélite se dañan a medida que los procesos normales de la vida las envejecen. Incluso en estado latente, cuando se reduce la actividad celular, se producen desechos.
Si las células satélite permanecen latentes demasiado tiempo, ese desecho acumulado puede causar daños, evitando que las células se dividan y se reemplacen a sí mismas. Es más, en músculos envejecidos, si no se activan, las células satélite pueden quedarse en la fase latente y perder la capacidad de dividir y multiplicarse. Esto significa que ya no son capaces de reemplazar las células muertas con nuevas, ni de hacer copias de sí mismas.
“La inactividad física se vuelve más perjudicial con la edad, ya que las células satélite acumulan mayores niveles de desechos celulares y daños en el ADN durante periodos más largos de inactividad”, explican en su informe Chen y sus colegas.
Así que, al proporcionar a estas células con un estímulo regular a través del ejercicio, les recordamos cómo mantenerse activas, lo que ayuda a que mantengan su función completamente. Sin embargo, “el ejercicio por sí solo no previene todos los defectos asociados a la edad en el esqueleto muscular”, escribió el equipo.
La población de células satélite continúa disminuyendo en alguna medida con la edad. Aún así, “nuestro objetivo debería ser hacer ejercicio durante toda la vida, ya que los efectos asociados a la pérdida de músculo por envejecimiento son en gran medida reducidos cuando se lo compara con vidas sedentarias”.
Los investigadores señalaron que aún no entendemos completamente los mecanismos exactos de sustitución de las células satélite, ni tampoco su comportamiento durante el ejercicio. Recomiendan que se hagan más estudios en esta dirección.
El esqueleto muscular supone un 40% de nuestro cuerpo en términos de peso. Por eso, tiene sentido que la condición de la mayor parte de estas células y sus fabricantes tenga enormes impactos en nuestra salud.
La fuerza de nuestros músculos está directamente relacionada con una mejora en la calidad de vida, en especial cuando envejecemos. Este aspecto de la biología celular es sólo una de las muchas formas en las que el ejercicio ayuda a nuestros músculos y al resto de nosotros (cuerpo y mente) a mantenerse sanos.