La historia de la inteligencia artificial está intrínsecamente ligada al genio visionario de
Frank Rosenblatt, un hombre cuya imaginación trascendió su tiempo. En el año de
1958, presentó al mundo el Mark I Perceptron, marcando un punto de inflexión en la
búsqueda de máquinas que emularan las facultades cognitivas humanas. Su invención
encarnaba tanto una máquina como una aspiración: lograr un dispositivo capaz de
percibir, aprender y discernir por sí solo.
Rosenblatt, psicólogo e ingeniero dotado de una mente prodigiosa, imaginó un futuro
en el que las máquinas no solo observarían, sino que comprenderían el mundo que las
rodeaba. No obstante, tras el lanzamiento del Perceptrón, las expectativas se
estrellaron contra la cruda realidad. A pesar de ser aclamado inicialmente como el
‘primer rival concebido del cerebro humano’, el Perceptrón solo logró discernir entre
tarjetas perforadas después de múltiples intentos, dejando insatisfechas las grandiosas
promesas iniciales.
El revés del Perceptrón sumió el campo de la inteligencia artificial en lo que pronto se
conocería como el ‘Invierno de la IA’. Los fondos se agotaron, las expectativas se
desvanecieron y Rosenblatt se vio opacado por la feroz crítica de Marvin Minsky, otro
coloso en el mundo de la IA.
El Renacimiento
Sesenta y cinco años después, el legado de Rosenblatt ha sido rescatado. La estructura
elemental del Perceptron, una red neuronal de una sola capa, es el antecedente directo
de los modernos sistemas de IA. La Universidad de Cornell, donde Rosenblatt
compartió su erudición, lo celebra como el precursor de las redes neuronales que
potencian sistemas como ChatGPT y los algoritmos de aprendizaje profundo.
Rosenblatt no llegó a ver el renacimiento de su creación, aunque cambió la historia de
la IA. Su visión de emplear máquinas para desentrañar los enigmas del cerebro y su
incansable búsqueda por comprender cómo la mente realiza sus asombrosas proezas,
continúan inspirando a los precursores de hoy.
Su búsqueda incansable trascendía la mera comprensión de las funciones básicas;
aspiraba a descifrar el núcleo esencial que permitía a este órgano realizar hazañas tan
extraordinarias. ‘Quería ir al corazón mismo de la maquinaria cerebral’, relata el
profesor de la Universidad Cornell, Richard O’Brien, al referirse a Rosenblatt y su
inquebrantable determinación por entender los secretos de la mente.
A los 43 años, su partida prematura dejó un vacío en la exploración de los límites de la
mente humana. A pesar de ello, sus aportes persisten en las raíces de la inteligencia
artificial moderna y en el entendimiento cada vez más profundo del cerebro.
Frank Rosenblatt, con su ‘máquina que aprende por sí sola’, sentó los cimientos para lo
que hoy consideramos el embrión del ChatGPT, una herramienta que, al igual que su
precursor, se sumerge en la esencia misma de la interacción humana y la cognición.
‘La creación de máquinas con cualidades humanas ha sido durante mucho tiempo un
fascinante campo de la ciencia ficción. Sin embargo, estamos a punto de presenciar el
nacimiento de una máquina de este tipo: capaz de percibir, reconocer e identificar lo
que la rodea sin necesidad de entrenamiento o control humano’.
Estas palabras se remontan a 1958 y fueron escritas por el psicólogo e ingeniero Frank
Rosenblatt para describir las capacidades de la máquina que en ese momento estaba
terminando de diseñar: el Mark I Perceptron. La historia de Rosenblatt es una
narrativa de no rendirse, de tener una visión clara y de apostar por un futuro que en su
tiempo nadie se atrevía a explorar.