Los jardines verticales son una tendencia decorativa cuya técnica ha evolucionado hasta suponer un elemento capaz de acabar con el hambre en el mundo. Esta afirmación quizás sea muy utópica, pero la posibilidad está ahí. Imaginad organizar huertos súper nutridos con las técnicas más novedosas y modernas en el menor espacio posible. Quizás en las fachadas de edificios. ¿Lograríamos así ser autosuficientes? Las ciudades y los productos podrían llegar a ser de kilómetro cero absoluto.
El nacimiento de los jardines verticales se debe a la fusión de conceptos entre botánicos y artistas. La inspiración la dio la naturaleza. La idea surgió de los acantilados húmedos de las regiones tropicales del sudeste asiático. La naturaleza es sabia y los botánicos solo tuvieron que imitar y desarrollar el ecosistema que tenían como modelo. Mientras, los artistas tuvieron que poner su creatividad a trabajar para ofrecer al mundo cuadros vivos. Lienzos naturales y vivos donde la textura, el color y la composición son tan fundamentales como en el resto de las artes.
No más fachadas grises
Los jardines verticales se dieron a conocer al ser implantados y construidos en varias ciudades alrededor del mundo. Se desarrollaron como un sustitutivo de las grises fachadas de los edificios convencionales.
Hoy podemos encontrar, en la mayor parte del mundo, huertos urbanos que aprovechan las azoteas de los edificios de las ciudades. También podemos encontrar fachadas enteras decoradas con flora selvática o balcones que aprovechan su reducido espacio para aguantar pequeños invernaderos escalonados, jardines en las fachadas que lo rodean y en el mismo suelo. La técnica no es la misma, pero el concepto sí que bebe de la misma idea. Llevar el campo a la ciudad.
La tendencia universal desde la Industrialización es que la gente desee vivir cerca de núcleos urbanos. Que en un futuro próximo gran parte de la humanidad vivirá en ciudades, es un hecho. Por este motivo, se prevé que esa gran parte de la humanidad no tendrá acceso a espacios verdes. La aplicación de los jardines verticales se vuelve casi un objetivo a conseguir.
Acción por el clima
Además de los conceptos decorativos y utilitarios que los jardines verticales cumplen, también realizan una acción por el clima. Los núcleos urbanos, nos guste o no, siguen siendo grandes emisores de gases de efecto invernadero. Especialmente de CO2. Como todos bien sabemos, las plantas consumen dióxido de carbono a cambio de oxígeno. Por lo tanto, un jardín vertical, puede llegar a ser una solución para mitigar la huella de carbono que producen las ciudades.
Siendo algo más egoístas, y pensando en nosotros mismos, los jardines verticales también pueden ayudar a sus vecinos. De hecho, lo hacen cumpliendo dos funciones fundamentales: como filtro para mejorar la calidad del aire y como aislante térmico.
Al realizar la fotosíntesis, las plantas no solo absorben el CO2 del aire, sino que también filtran las partículas contaminantes del aire que les rodea, así mejoran la calidad del aire que les rodea.
Por otro lado, un follaje espeso cumple la función de aislante térmico ahorrando a los vecinos que viven rodeados de un jardín vertical tener que encender el aire acondicionado durante los meses de más calor.
Agricultura vertical
Como hemos mencionado antes, el potencial para convertir los jardines verticales en jardines verticales y comestibles es enorme. Más cosecha en menos espacio. Un concepto que acerca la sostenibilidad a todas partes. Son todo ventajas. Pues una vez que se tenga el sistema adecuado, se puede llegar tan alto como se quiera.
Un jardín vertical y comestible que reciba suficiente luz solar directa puede producir 28 gramos por 30 centímetros cuadrados por semana de verduras y frutas.
La agricultura vertical es una oportunidad muy factible para completar el objetivo de acabar con el hambre en el mundo. Llevar esta tecnología a las zonas donde el acceso a alimentos de primer orden es escaso o a zonas deprimidas donde el acceso a la materia prima necesaria para la agricultura es bajo sería una solución realmente importante para el problema del hambre en el mundo.
Y no solo se debe implantar en zonas deprimidas con poco acceso a alimentos, también debería aplicarse en cualquier núcleo poblacional. En las ciudades fomentaría el comercio de proximidad y la reducción del transporte de alimentos, el aumento de la seguridad alimentaria pues siempre se sabe lo que se come y, comunidades con una mayor conexión de alimentos naturales.