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La Fuerza de… LAS PALABRAS

Antes de salir a dar una conferencia, charla o presentación a un grupo de gente: ¿tienes miedo?, o ¿ tienes adrenalina a tope? ¿Qué te dices? Fíjate bien cómo cambia la situación según lo que te digas: si lo que te dices a ti mismo es que te sube la adrenalina, quizá por la emoción, ¡te estás contando que estás lleno de energía! ¿Lo ves? 

>>>La sensación que vas a sentir va a depender de cómo te digas lo que te está pasando

Hay un cuento sufí en el que un sultán manda llamar a un sabio para que interprete un sueño que ha tenido, en el que perdía todos sus dientes. El sabio le dice: “qué desgracia señor, cada diente representa la pérdida de un pariente”, y el sultán lo manda azotar. A continuación, llama a otro sabio, que da su interpretación diciendo: “qué felicidad os ha sido reservada, sobreviviréis a todos vuestros parientes”, y el sultán ordena que le den 100 monedas de oro. 

El cuento termina así:

Cuando el segundo sabio salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo sorprendido:
– ¡No es posible! La interpretación que has hecho del sueño es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos, y a ti con cien monedas de oro.

El segundo sabio respondió:
– Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice.

Interesante, ¿verdad? Mismo hecho, misma interpretación y diferente forma de expresarlo. Así es el lenguaje de caprichoso y así son las palabras de juguetonas. Nos dan todas las posibilidades para que elijamos cómo queremos jugar.

Cuidar el lenguaje como autocuidado

La primera vez que acudí a una sesión de coaching aprendí lo determinante que son los términos extremos, como todo, nada, siempre, nunca… este tipo de palabras. 

Llevábamos unos minutos de sesión, cuando yo dije algo así como: «toda mi familia…”. Y el coach, preguntó: “¿toda?”. Me detuve en seco, y noté que estaba hablando de forma automática, sin ningún rigor con la exactitud de las palabras usadas. A lo largo de la sesión, el coach en un par de ocasiones volvió a interrumpirme con un “¿nada?”, “¿siempre?” y me di cuenta de que es importante elegir mejor el vocabulario usado para definir con mayor precisión la situación que quiero contar. No es lo mismo, por ejemplo, “siempre” que “casi siempre”. ¿Me explico? Siempre te deja sin opciones.

Concluí que era más acertado dejar aparcadas esas cuatro palabras. Es mejor utilizar un lenguaje más consciente, si quiero que mis palabras transmitan un mensaje que se ajuste a la realidad que deseo contar.

Los mensajes positivos, los discursos construidos con palabras motivadoras pueden suponer un cambio en tu forma de abordar la realidad.

Cuando un grupo de amigos se reúnen tras un tiempo sin verse, alguno de ellos dice aquello de “a mí no me ha pasado nada”, “no tengo nada que contar”. ¡Y se lo cree!, ¡lo dice de verdad! Tiene la certeza de que su vida es pura rutina, de la que no hay ningún hecho que resaltar. ¿Será cierto que en su vida no hay nada que valga la pena contar a sus amigos? 

Hay otra forma de utilizar las palabras, que a mí me encanta: utilizarlas inteligentemente para inspirar y motivar. Como hace Máximo Décimo Meridio en Gladiator (Ridley Scott, 2000), cuando habla a sus hombres antes de la batalla. Les dice que lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad; que se imaginen dónde estarán en tres semanas, y que se cumplirá.

En Gladiator (Ridley Scott, 2000), Máximo utiliza la fuerza de las palabras para motivar a sus hombres antes de la batalla.

O Rocky Balboa, cuando le dice a su hijo que no tendrá una vida hasta que no aprenda a creer en él mismo, en esa maravillosa escena de Rocky Balboa VI (2006). Y tantos y tantos casos de storytelling en los que se cuentan historias personales que cautivan, enganchan, conectan y preparan a la audiencia para escuchar el mensaje que realmente se quiere transmitir.

Palabras. Según se elijan, según se ordenen y dependiendo de la amplitud del vocabulario a utilizar y la interpretación, las consecuencias del discurso serán unas u otras: favorables o no, motivadoras o no tanto, positivas o no tanto. Depende de nosotros. ¿Cuál es la ventaja para nosotros de contarnos un discurso que no nos anime, inspire o motive? ¿Qué nos impide utilizar las palabras a nuestro favor?

Antonia Caballero Cano se define como “coach, economista, escuchadora, aventurera, privilegiada, agradecida, alerta, consciente, resolutiva y sociable”. Lleva años dedicada a “crear encuentros” y a aportar “bienestar a personas y equipos”. Sigue su Columna La Fuerza en Good4Good para continuar mejorando.

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