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La inclusión en Disney: roles de género y culturas

Ya os hablábamos la semana pasada de cómo ha avanzado la inclusión en Disney en la representación de las personas LGTBIQ+. La última noticia, la emisión de un par de capítulos de una de sus series, The Owl House, en la que se muestra la bisexualidad de su protagonista, Luz Noceda.

Si echamos un vistazo a toda la filmografía de la compañía, es cierto que son pocos los ejemplos de representaciones positivas femeninas o LGTBQ+. Los grupos marginales han sido representados de forma negativa, escasa, o simplemente obviados. Sin embargo, en películas y series recientes, son mucho más comunes. 

Analizamos cómo ha evolucionado la compañía en su representación de los roles de género y culturas marginales, de la comunidad negra, gitana, árabe, latina… Disney tiene mucho camino por recorrer, pero poco a poco se lanza hacia una conciencia inclusiva propia de nuestro siglo.

Disney y los roles de género

Los personajes femeninos

De Blancanieves a Elsa: las niñas de varias generaciones han crecido en la admiración y el ejemplo de estos dibujos vivientes, pobladores de su imaginación, de sus sueños dormidas y despiertas. La identificación llega a ser absoluta con los disfraces que las convierten en una de sus heroínas.

Si nos fijamos específicamente en las princesas Disney, la construcción de los roles de género puede dividirse, según McKenzie Barber en tres categorías:

  • Primero, la clásica, en la que las princesas responden a los estereotipos de damisela en apuros, y se circunscriben al ámbito doméstico. Ejemplos de esta primera etapa son Blancanieves, Cenicienta y la Bella Durmiente.
  • Una segunda categoría incluiría los personajes femeninos más rebeldes y ambiciosos, como Ariel, Mulan, y Rapunzel. Son papeles activos, en los que las protagonistas ansían salir de su universo conocido, rechazan las normas establecidas, viajan y buscan su propio lugar en el mundo.
  • Pero un último cambio se ha visto en las últimas películas, con roles que destacan la independencia y el espíritu libre de las princesas. El éxito ante este último cambio lo encarnan Merida, Anna y, sobre todo, Elsa. Otro ejemplo a destacar es Maléfica, que revisa a la mujer malvada y la transforma, dando al «beso de amor verdadero» un significado nuevo (y mucho más realista).

De esta manera puede comprobarse que, poco a poco, Disney parece avanzar e identificarse con los cambios culturales en occidente. Sí, aún tienen mucho que conseguir, pero este es uno de los aspectos en los que más se ha avanzado.

>>> Frozen puede entenderse como una metáfora del cambio en los estudios

No es de extrañar el tremendo éxito que Frozen ha tenido entre las niñas de las últimas generaciones. La misma película puede entenderse como una metáfora del cambio en los estudios. Disney deja de temer el poder y el potencial que tienen las mujeres y sus personajes femeninos, así como Elsa deja de temer su poder. De esta forma, la compañía termina por aceptarlos, por aprovechar toda su fuerza. Y eso los vuelve a acercar a los suyos; en el caso de Elsa, a su hermana y su reino; en el caso de Disney, a los niños, su gran público.

Los personajes masculinos

La inclusión en Disney de una nueva masculinidad, menos tóxica y más justa con mujeres y hombres también es cada vez mayor. Poco a poco, los personajes masculinos también cambian. No sólo tienen en cuenta a las mujeres como modelos a seguir, sino que desarrollan una vida emocional interna mucho más rica que antaño. Esto se siente especialmente en Tarzán en el amor que expresa por su madre, pero también en el hecho de que no se enamora de Jane a primera vista, si no poco a poco. Es decir, no es su belleza lo más importante, sino la relación que construyen el uno con el otro.

Desde el clásico príncipe sin nombre que salva a la princesa quien, aunque protagonista, dependía de él, pasando por hombres que derrotan de forma heroica al villano y salvan a la damisela, hasta la visión moderna, ha habido muchos cambios. Estos nuevos personajes atraviesan algún tipo de crisis en la que se sienten vulnerables, y deben superar una serie de obstáculos gracias a los que consiguen aprender una moraleja, que puede ser o no en relación con su masculinidad.

La evolución más clara de esta concepción puede verse en la diferencia entre “Los Increíbles” y “Los Increíbles 2”. En la primera, el héroe triunfa al revivir esa masculinidad primitiva, mientras que, en la segunda entrega, sólo puede tener éxito revisando su masculinidad y teniendo en cuenta al resto de su familia como iguales.

Disney y la sensibilización cultural

La plataforma Disney + ha permitido que los estudios se expresen frente a la corrección cultural de sus producciones antiguas. Así, muchos de sus títulos llevan ahora el siguiente mensaje de advertencia: «Este programa está presentado como se creó. Puede contener representaciones culturales anticuadas».

Está claro que la sociedad ha cambiado mucho desde el estreno de Dumbo, en 1941, Peter Pan en 1953 o La dama y el vagabundo, en 1955. El Tribunal Supremo de EEUU no abolió la segregación racial hasta 1964. Pero esto tampoco implica que la discriminación haya desaparecido. La actualidad y necesidad de movimientos como el #BlackLivesMatter son prueba de ello. Precisamente por esto, es tan importante una evolución en la representación de personajes y comunidades marginales en los medios de comunicación. Y en el caso de Disney, en las películas que moldean la realidad y el mundo ideal de los más pequeños.

El camino hacia la inclusión en Disney

Hacia aquí parece dirigirse el estudio. Sus nuevas películas han incorporado representaciones positivas de culturas más allá de la norteamericana (blanca) y europea. Podemos comenzar con el caso de Mulan (1998). Si bien aún dista de ser una representación fiel a la cultura china, sí es cierto que es una representación positiva de un personaje asiático protagonista. Contrasta con la representación negativa que tuvieron hasta entonces, por ejemplo, con las gatas siamesas de los Aristogatos. Está por ver cómo han retratado la historia y la sociedad China en su nueva versión de 2020.

Pero también Pocahontas (1995), que muestra a los nativos americanos de una forma muy diferente a la que lo hacía Peter Pan. El mundo aplaudió con la iniciativa de la compañía de incluir, por fin, una princesa negra con La Princesa y el Sapo (2009); y en El Jorobado de Notre Dame (1996), Esmeralda defiende a su pueblo gitano y se enfrenta a las creencias racistas contra ellos.

Por último, las recientes Moana (2016) y Coco (2017), un auténtico éxito en taquilla, contribuyen al camino de inclusión que se ha marcado la empresa en los últimos tiempos. En estos dos últimos casos, Disney contó con consultores que se encargaron de asegurarse que las culturas mexicana y polinesia fueran fielmente y positivamente representadas.

La inclusión en Disney: una historia con luz al final del túnel

El esfuerzo tiene que continuar, y la inclusión en Disney y en todas las demás compañías debe naturalizarse. Vivimos en sociedades profundamente diversas, en un mundo globalizado que está formado por cientos y miles de culturas. Las diferencias entre ellas son un sinónimo de riqueza. Es preciso celebrarlas, conservarlas, revisarlas y construir un mundo en el que lo marginal se vea representado, para dejar de ser, así, marginal. Y qué mejor que empezar por el imaginario de los niños.

BERNARDA PARODI

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