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Aprovechando que este pasado miércoles fue el día mundial de la bisexualidad, es el momento ideal para hablar de los estereotipos.

Reflexiones: los estereotipos y la libertad sexual

Remontándonos en la historia, se suele decir que los hombres romanos eran bisexuales, que su masculinidad impuesta no afectaba a sus relaciones. Pero este pensamiento es incorrecto. Es cierto que se educaba a los hombres para que fueran bisexuales. Sí, como lees. Pero no por la libertad de sentimiento como hoy en día, sino para ganar poder. En la antigua Roma el poder político y ejecutivo lo era todo y, por ello, se enseñaba a seducir para conseguir propósitos, costará lo que costará. La actitud dominante y misógina no solo se encontraba en los hogares, también estaba en las calles.

La libertad sexual

Los primeros testimonios sobre la libertad sexual se remontan mucho tiempo atrás, aproximadamente en el año 650 a.C, con los poemas de Safo de Mitilene. Ella fue la primera escritora de la historia (y feminista). Dedicaba miles de poemas a las mujeres de las que se enamoraba y a la diosa Afrodita.

Afrodita: ejemplo de la libertad sexual

Son versiones totalmente opuestas: la primera es interés o, incluso, sentimientos ocultos tras un comportamiento aprendido y otra el amor puro. Sim embargo, ambas son ancestrales.

Por tanto, ¿por qué seguimos escuchando que es una moda? Porque quizás aquellos que lo predican usan argumentos que pueden llegar a ser incluso convincentes, siendo sincera. “Antes a la gente solo le gustaba un género, nada de los dos a la vez” dicen con un tono jocoso. Busca referencias relativamente cercanas, tan solo unos años atrás, y probablemente no conozcas a nadie que dijera abiertamente que lo era.

Por ejemplo, Ana Frank escribía en su diario sobre la chica que le gustaba. Esto no suele ser conocido porque fue censurado. Quizás, conociendo este ejemplo tan cercano de nuestra cultura actual, podríamos rebatir que no es algo pasajero, como dicen.

Menos mal que ahora podemos decirlo tranquilamente, bueno, más o menos. Recordemos que en 72 países se sigue condenando, solo y exclusivamente, a causa de los estereotipos.

¿Por qué existen los estereotipos? ¿Están creados por la sociedad?

La psicóloga y profesora Jennifer L. Eberhardt nos lo explica: a modo de defensa, nuestros cerebros crean patrones para poder decidir con rapidez nuestras acciones. Simplemente para categorizar si nos encontramos en peligro o no. El problema es que a estos patrones se les acaban uniendo los prejuicios. Cuando crecemos, aprendemos que las paredes son duras porque nos chocamos contra ellas y nos hacemos daño. Un aprendizaje positivo que nos alerta. Sin embargo, cuando se trata de personas no es tan positivo. Los prejuicios se crean por aquello que escuchamos recurrentemente y, por ello, debemos encontrar una vía de freno.

Y esta vía es, de nuevo, preguntar, decir, plantearnos. ¿Por qué juzgo a esa persona por disfrutar de su cuerpo y libertad? ¿Por qué asumo que una persona tiene una orientación sexual concreta? ¿Acaso me afecta con quién se acueste cada persona?

Creo que a ninguno nos gusta sentirnos juzgados por nuestras acciones y menos cuando estas están relacionadas con el amor y el disfrute a partes iguales.

Dejemos de juzgar cómo se viste cada cual y su porqué, dejemos disfrutar a aquellos que nos rodean e intentemos romper nuestros comportamientos destructivos. Es mucho más fácil de lo que parece.

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