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Los jóvenes también son un ejemplo de solidaridad

Los jóvenes son el problema para muchas personas. Durante la pandemia han sido tachados de irresponsables y desconsiderados. De personas insolidarias que no respetaban el estado de alarma. Que continuaban haciendo su vida sin importarles un ápice las de los demás. Que se veían sin precauciones ni restricciones o que se juntaban en los célebres botellones. A ojos de muchos, esas reuniones serían casi como bacanales al más puro estilo de la antigua Roma.

Por otro lado, la situación para los jóvenes no es halagüeña. Se enfrentan a una tasa de más de un 40% de paro. Un futuro muy poco prometedor en una sociedad que, hoy por hoy, les acusa de muchos de los grandes males que la asolan. Entre ellos la pandemia.

El Coronavirus no remite, no desaparece. «Será por culpa de los chavales que se reúnen sin precaución» Eso es, exclusivamente suya, seguro. No se puede ser más ingenuo. Nada tendrán que ver los miles de turistas disfrutando del verano sin medidas, nada tendrán que ver las reuniones familiares, ni las terrazas de los bares, ni las mascarillas barbilleras… seguro que no tienen nada que ver.

No pretendemos acusar a nadie, pero, como todo el mundo sabe, en todas partes cuecen habas. Nos podemos encontrar esos comportamientos irresponsables en todos los ámbitos a los que nos expongamos. La irresponsabilidad, la falta de compromiso y de civismo no entienden de edades o ideologías. No se puede generalizar ni hacer que todo un colectivo, y más cuando es tan amplio, pague el pato de unos pocos.

La desunión de la pandemia

La pandemia ha irritado a mucha gente, ha puesto contra las cuerdas paciencias y actitudes y, el miedo y la incertidumbre, ha generado mucha desconfianza. Precisamente lo contrario de lo que debería haber pasado. En la sociedad en la que vivimos, precisamente ahora, deberíamos fomentar más la unión que la desunión. Está claro que nuestros días serían más esperanzadores si nuestra sociedad se hubiera unido en lugar de enfrentarse. Porque hoy, aunque el Coronavirus sea tan complicado de gestionar, las cosas serían más sencillas.

Últimamente, nos estamos precipitando hacia una situación desagradable, de nuevo. Y nos estamos precipitando juntos, aún con los demás medios y las demás opiniones tratando de polarizar las culpas y responsabilidades. Esta tendencia hacia el abismo genera miedo y genera caos. Algunas personas han reaccionado muy negativamente a estos anuncios y se han producido altercados en muchas ciudades de España. Todos sabemos cuales son, entre ellas Barcelona, Burgos, Santander y Logroño. Precisamente, en esta última se ha dado un ejemplo de buen civismo, de desinterés y conciencia social. Los jóvenes lo han protagonizado, contra todo pronóstico.

El joven es solidario

Han sido los jóvenes, esa generación a la que muchos medios e individuos echan la culpa de la mala evolución de la pandemia, quienes han respondido ante el caos aportando un poco de orden. Y, como decimos, lo han hecho por solidaridad y empatía hacia los demás. Algo que les falta a muchos adultos. Algo con lo que otros muchos que se consideran muy buenos ciudadanos no se hubieran molestado lo más mínimo al no obtener ningún beneficio. Así están las cosas. El egoísmo impera y casi estamos cerca del sálvese quien pueda.

Los chicos de Logroño acudieron a primera hora de la mañana del domingo posterior a los disturbios a recoger todos los destrozos que pudieron. No fueron pocos, no fueron desganados. Pero sí estaban apesadumbrados por la imagen del sinsentido. Muchos alegaron falta de razón de los causantes de los destrozos, falta de sentido común. Efectivamente, no había razón de ser. Pese al sinsentido, allí estaban todos esos jóvenes recogiendo los destrozos de los disturbios que no habían provocado ellos.

El ejemplo nos lo dieron los jóvenes. Nos lo dieron quienes sabían que al día siguiente los empleados del ayuntamiento responsables del servicio de recogida de basuras serían quienes se deslomarían para recoger todo lo que unos energúmenos habían destrozado la noche anterior. Fueron ellos los que empatizaron con esos empleados que se deslomarían en la mañana del domingo. Y fueron ellos los que madrugaron porque quisieron, sin que nadie les obligara. Fueron los jóvenes quienes demostraron tener más empatía, más sentido común y más solidaridad que muchos de los adultos que los tachan de irresponsables. Los jóvenes fueron la solución.

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