
Los Últimos Pastores documental sobre el pastoreo en España.
Según lo que se puede llegar a deducir del título la temática del documental que nos ocupa
queda bastante clara desde un principio. Y es que en España los trabajos de pastoreo son un
estilo de vida casi caduco que por desgracia está desapareciendo a marchas forzadas.
Cada vez quedan menos pastores faenando en los campos españoles, y lo que hasta hace poco era algo muy habitual en nuestras montañas ahora se ha convertido prácticamente en un vestigio del pasado.
Uno ha de ser consciente de la dureza de una ocupación que no entiende de fiestas ni de fines
de semana, lo que repercute directamente en no poder dedicar tiempo ni a la familia ni al ocio
personal, a lo que hay que sumar la carencia de servicios básicos en el entorno rural.
Si la cosa no cambia pronto hablaremos de este oficio en términos de lo que pudo haber sido y no fue…
Los Últimos Pastores disfrutó de un estreno limitado en cines en mayo del año pasado, y desde
hace un par de meses se puede ver en la plataforma Filmin.
Según consta en la sede electrónica del Ministerio de Cultura, la fueron a ver dos mil ciento veintinueve espectadores y tuvo una recaudación de diez mil ciento cincuenta y seis euros con setenta céntimos.
Si lo comparamos con los trece millones y medio de euros obtenidos en taquilla por Padre no hay más que uno 4: Campanas de boda, pues ya nos podemos ir haciendo una idea de lo que le importa al
españolito de a pié un tema tan fundamental como es el de que la ocupación de pastor esté
cerca de extinguirse.
Aquí se documenta el día a día de dos hermanos, Manolo y Fernando Mier Espina, que pasan
por ser de los postreros en ejercer el oficio en las cumbres de los Picos de Europa. Ellos llevan
siendo pastores casi toda su vida, y se resisten a cambiar hábitos aunque el contexto de los
nuevos tiempos les empuje a ellos. Según ellos los cambios están siendo a peor, y las
injerencias de activos que antes ni se conocían amenazan con terminar con su legado. Focalizan
sus quejas en la figura del lobo, animal protegido legalmente desde las altas esferas por la
política institucional que desde 2021 incluyó todas sus poblaciones en el Listado de Especies
Silvestres en Régimen de Protección Especial.
Esto se traduce en que los lobos campan a sus anchas y diezman de manera irreparable los
rebaños. Como bien se traduce de las conversaciones que tienen entre ellos a lo largo del
documental, lo más lógico sería dotar de argumentos defensivos a quienes se ven
desprotegidos por las leyes, y al menos equiparar las posibilidades de supervivencia por ambos
lados. Es normal que si los lobos pueden bajar a los gallineros y abastecer su saciedad sin
necesidad de grandes dificultades lo vayan a seguir haciendo, y si son animales depredadores
pues será por algo. La mirada de los dueños ante los cadáveres de algunas de sus piezas es en
ese sentido de una tristeza y una resignación apabullantes.
Otras quejas que quedan patentes a lo largo de la obra son las trabas administrativas, algo que por desgracia se puede hacer extensible a casi todos los trabajos, sobre todo los que son
autónomos, y la falta de un relevo generacional que no haga desaparecer una tradición de más
de 5.000 años. En este último apartado se nos tiene reservada una agradable sorpresa hacia el
final del documental, cuando asistimos al diálogo inspirador entre uno de los hermanos y un
chaval quien, decididamente a contracorriente tiene muy claro que de mayor quiere ser pastor.
Y no hablamos de un pequeño que se haya enamorado puntualmente de ese tipo de vida.
El zagal habla con una contundencia y una sabiduría incipientes y a poco que le salgan bien las
cosas va a resultar un continuador de la herencia más que capacitado. Se agradece este halo de
esperanza postrero dentro de un marco donde todo es negatividad y morriña de que cualquier
tiempo pasado fue mejor, algo que resulta del todo cierto si observamos como de forma
progresiva el número de personas dedicadas a ejercer labores de guardar el ganado va
disminuyendo de manera alarmante.
Los últimos pastores, además de resultar un ejercicio revelador de la situación actual de una
profesión abocada a la desaparición si no se toman las medidas necesarias, nos ofrece mucho
más. Seguimos el día a día de los protagonistas en sus quehaceres domésticos, y nos vemos
impregandos de una paz y un sosiego impropios de nuestro frenético ritmo urbano. El día a día
de los dos hermanos es muy duro, sobre todo en cuanto a esfuerzo físico se refiere, ya que los
únicos momentos de paz que se otorgan es el de la hora de comer y cenar y cuando departen
con algún aldeano que sube a visitarlos.
Vemos como se alimentan a los animales, como se cocina con mimo una hogaza de pan, como
se pastorea… y todo ello envueltos en un silencio que tan solo se ve alterado por los propios
sonidos de la fauna doméstica que acompaña a los pastores; por los elementos propios de la
climatología o por un desvencijado transistor gracias al que los hermanos tienen noticia de lo
que está ocurriendo en el mundo, que en la época en la que se rodó el documental no era poca
cosa (la pandemia y la guerra de Ucrania como platos principales).
La dirección y la fotografía, firmadas respectivamente por Samu Fuentes y Alejo Ramos, rayan a
gran altura, nos ofrece una colección de postales espectaculares del singular paraje donde
transcurre la acción, destacando sobremanera aquellos planos generales de la grandeza de los
Picos en los que de fondo se adivina la silueta del cabrero.
Si a alguien le interesa esta misma temática tratada aquí vamos a acompañar la reseña con la
recomendación de otros dos documentales de hace unos años que también refleja la vida de
los pastores: el primero se puede visionar en la plataforma Filmin y lleva por título El somni
(Christophe Faranier, 2008), y nos presenta a Joan “Pipa” un pastor transhumante que pasa por
ser uno de los últimos representantes de una tradición milenaria. El segundo lleva por título
Barbacana. La huella del lobo (Arturo Menor, 2018), y aborda el conflicto entre ganaderos y
lobos. Tuvo estreno en cines el mismo año de su producción y desde entonces se le ha perdido
la pista, aunque en youtube se pueden ver algunos clips de la película.