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Medio rural y economía circular: la mezcla perfecta para la energía sostenible

El Plan Estratégico para la Política Agrícola Común (PAC) post-2020 es una lista de objetivos que marcan el futuro de la agricultura en España. Uno de esos puntos consiste en contribuir a la atenuación del cambio climático y al impulso de la energía sostenible.

Buscar fuentes no contaminantes es un asunto que lleva mucho tiempo presente en todos los debates sobre el sector energético. En el último borrador de la PAC, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ya dejó clara la importancia que tiene el medio rural en el suministro de energía renovable.

Margarita de Gregorio, la directora de la Sección de Biomasa de la Asociación de Empresas de Energías Renovables, se muestra convencida al manifestar que “el avance de las renovables es imparable”. Sobre todo en una sociedad en la que la economía circular cada vez adquiere un rol más importante. También en el medio rural.

Incorporar el modelo de economía circular en el medio rural podría ayudar a la creación de puestos de trabajo y, sobre todo, a fomentar la energía sostenible.

>>> En cuanto a producción sostenible, hay múltiples ejemplos que ya llevan tiempo logrando buenos resultados

Esta década va a resultar clave para la bioeconomía, y esperamos encontrarnos con agricultores, propietarios forestales, ganaderos e industrias agroalimentarias receptivos a su progreso

Margarita de Gregorio, directora de la Sección de Biomasa de la Asociación de Empresas de Energías Renovables, para EFE AGRO

En cuanto a producción sostenible, hay múltiples ejemplos que ya llevan tiempo logrando buenos resultados en zonas rurales. Uno de ellos es la producción de pelets a partir de la paja de cereal, que se ha convertido en combustible para una fábrica de queso de la cooperativa Agropal (Palencia). Esto ha supuesto ahorros de más de la mitad de sus costes de consumo energético.

Otro caso es el de Oleícola El Tejar en Baena (Córdoba). Como se explica en la web de esta cooperativa, aprovechan los diversos componentes y la biomasa del olivar para producir energía.

De la aceituna, un 20 % es aceite, y el restante 80 %, es hueso y masa parcialmente desengrasada. De de ese 80 % de subproductos se elimina la humedad con el calor que generan los hornos para así convertirlos en orujo graso seco. En una segunda fase, se somete a un proceso químico que tiene como resultado el aceite de orujo que, refinado, se mezcla con el de oliva para comercializarse.

Más tarde, los restos del orujo seco se queman para generar vapor de agua que produce electricidad: “Producimos 300 millones de kilowatios al año”, confirma De Mora para EFE AGRO. Luego, las cenizas se utilizan como abono.

Una forma de aprovechar toda la buena materia prima que ofrece la tierra de manera responsable y ayudar a impulsar las energías renovables.

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