Jambiani, un conjunto de aldeas en la isla de Unguja en el archipiélago de Zanzíbar, era una zona con una tasa alta de desempleo y conocida por la sobreexplotación de sus recursos marítimos. Desde hace unos años, su imagen ha cambiado debido al éxito de un nuevo proyecto. Un grupo de mujeres se dedica a cultivar esponjas marinas gracias a Marine Cultures. Esta organización sin ánimo de lucro con sede en Zúrich abre unas 3 o 4 granjas de esponjas cada año para dar apoye a madres solteras sin empleo y a sus familias.
Christian Vaterlaus, jefe del Proyecto de Marine Cultures en Zanzíbar, explica que cuando se buscan alternativas para sustituir la fuente de ingresos en una zona hay que tener muchos aspectos en cuenta: los conocimientos de los trabajadores, las oportunidades de mercado, los requisitos para la inversión, que sea una actividad sostenible, etc… Teniendo todo esto en cuenta, se observó que “el cultivo de esponjas era una alternativa adecuada al cultivo de algas”, comenta Vaterlaus.
Cuando se desplazaron al lugar, vieron que era posible crear cultivos de esponjas e invertebrados con materiales y métodos baratos que, además, respetaban el entorno natural. Hasta entonces, las algas eran uno de los principales recursos de la zona, pero esta actividad no ofrecía un buen nivel de vida para sus trabajadores por las continuas interrupciones de las cosechas y la poca cantidad de dinero que recibían.
Un negocio respetuoso con el medio ambiente
Las esponjas marinas se utilizan en todo el mundo como instrumento de higiene. Las esponjas naturales no producen alergias. Por eso, muchos dermatólogos suelen recomendar su uso en personas con piel sensible o en bebés. También se están poniendo de moda como método para eliminar el maquillaje.
El equipo de Marine Cultures abrió la primera granja de esponjas en Zanzíbar en 2009. Allí, empezaron a hacer pruebas con más de 120 especies de esponjas. El objetivo era encontrar una que no fuera perfecta para su uso en el baño y que también respetara el medio ambiente.
Siempre hemos vivido en una zona con esponjas, pero solo ahora hemos aprendido cómo nos pueden ayudar a mejorar
Shemsa, trabajadora en una de las granjas de esponjas
Vaterlaus reconoce que hay mucho trabajo duro detrás del proyecto, pero que todo ese esfuerzo tiene su recompensa económica. Una única granja puede alimentar a 2 o 3 familias numerosas y cada año se abren unas 3 granjas.
Un artículo actualizado en febrero de 2020 afirma que la idea está resultando exitosa. Las granjas más antiguas están produciendo ahora más esponjas que en sus comienzos y las condiciones ecológicas también están mejorando. Shemsa, una de las trabajadoras, apunta que está encantada con el buen funcionamiento de las granjas: “Siempre hemos vivido en una zona con esponjas, pero solo ahora hemos aprendido cómo nos pueden ayudar a mejorar nuestras vidas y la de nuestros hijos”.