Gracias a los avances de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Tufts, pronto podremos llevar ropa que cambiará de color como respuesta a cambios químicos detectados en el interior de nuestro cuerpo o en el aire que nos rodea. Esto será posible gracias a un tipo de tinta que podrá ser utilizada en la ropa, en zapatos o incluso en el nuevo complemento de moda: las mascarillas. Esta tinta creada a partir de biomateriales permitirá estudiar las respuestas humanas a ciertos estímulos o exposiciones.
En la publicación Advanced Materials, se detallan las posibles aplicaciones de esta tecnología. Según ese estudio, esta innovadora tecnología podría detectar y cuantificar una amplia variedad de condiciones biológicas, moleculares e incluso identificar agentes patógenos en la superficie de nuestro cuerpo.
«El uso de estas nuevas tintas bioactivas con el método común de serigrafía abre oportunidades prometedoras para la producción en masa de telas con sensores que podrían aplicarse para detectar diferentes condiciones«, explica Fiorenzo Omenetto, profesor y autor del estudio. “Estos materiales podrían servir para confeccionar uniformes de trabajo, ropa deportiva o incluso muebles y estructuras arquitectónicas”, añade.
La tecnología de este tipo ha llamado mucho la atención a los investigadores del ámbito de la salud y de la biología humana. Por ejemplo, los científicos han intentado integrar algunos de esos dispositivos en pulseras o parches con el fin de medir la glucosa en sangre o el ritmo cardiaco.
¿Cómo funciona?
Esta tecnología tiene su origen en una investigación que consiguió que las placas de Petri, sensores de papel y guantes de laboratorio cambiaran de color al entrar en contacto con contaminación bacteriana.
La modificación del color de la tela se produce gracias a unas moléculas “informadoras”. Estas detectan los cambios en el cuerpo o en el entorno y “avisan” al resto. Por ejemplo, pueden informar de un aumento del lactato en el sudor que significaría un nivel alto de fatiga.
Esta tecnología se puede aplicar a diferentes superficies como madera, plástico o papel – no solo a textiles -. La información que se obtendría iría mucho más allá de la biología de un único individuo. Como indica Giusy Matzeu, investigador e ingeniero biomédico, se podrían encontrar explicaciones fisiológicas y medioambientales de toda una zona geográfica: “En teoría, podríamos extender este método para rastrear la calidad del aire o apoyar el monitoreo ambiental para la epidemiología”.