Las dificultades emocionales de las familias forman parte de un territorio muy complejo. Y claro, dentro de ese ecosistema hay detonantes que las convierten en crisis que viven por igual niños y adultos, de ahí la importancia de nombrar. Este es el planteamiento de “20.000 especies de abejas”, cuya trama va tejiendo un enjambre metafórico con el mundo de estos insectos sociales, como garantes de la diversidad en la naturaleza.
Dentro de ese colectivo, surgen dos roles que atraviesan la pantalla entre silencios punzantes y con una complicidad de la cual solo se es capaz cuando se ama y se nombra.
“20.000 especies de abejas” es una película sobre el amor que surge del dolor y que pone de manifiesto la importancia de nombrar las cosas. Su directora se puso a escribirla tras el suicidio de un adolescente trans en 2018. Ekai Lersundi se quitó la vida en su casa, luego de solicitar una terapia hormonal que nunca llegó.
La trama: transgresora y bella
Ane, interpretada por Patricia López Arnaiz, es una escultora que vive en el suroeste de Francia. Tiene preocupaciones económicas y problemas en su matrimonio con Gorza (Martxelo Rubio). Son padres de tres hijos, pero la historia se centra principalmente en la vida de Cocó (Sofía Otero), de 8 años de edad, a quien todos insisten en seguir llamando Aitor, a pesar de la increíble frustración que le genera y que expresa como puede, mientras trata de encontrar su lugar en el mundo.
El sufrimiento de Cocó es conmovedor y promete una crisis que comienza como un zumbido de abeja pero que más adelante estallará como una bomba, cuando Ane decide llevarse a la familia de vacaciones al País Vasco donde vive su madre Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain), que ahora se dedica a la apicultura, pero cuya principal ocupación fue llevar las cuentas de su marido, también escultor.
El drama identitario se desata cuando son invitados a asistir a la celebración de un bautizo familiar y tienen que elegir “la ropa formal” que llevarán a la fiesta.
El personaje de la tía (Itziar Lazkano) es crucial para ayudar a Cocó a enfrentar su confusión, y sirve a la vez de espejo al resto de mujeres de la familia, quienes deberán enfrentar sus propios demonios.
Los personajes de 20.000 especies de abejas
-¿Cómo es que tu sabes quién eres y yo no? La pregunta que nuestra joven protagonista le hace a su madre, al no encontrar nombre para su crisis de identidad ni para su propia persona, abre un abanico de preguntas respecto a una crianza donde no existan “cosas de chicas y cosas de chicos”.
Al respecto, el guión tiene salidas maravillosas, como cuando la tía abuela Lourdes le cuenta a Cocó algo de la historia apícola vasca, animándole a compartir secretos y confesiones con la colmena cuando nadie más le escucha.
Y es que hay muchísimas analogías con las estructuras comunales de la naturaleza, los conflictos familiares y sus roles dispersos entre reinas, zánganos y obreras.
“20.000 especies de abejas” está actualmente en cartelera en casi toda España y vale la pena verla, para valorar la importancia de nombrar.
Hasta el próximo Día del Espectador.
Nathalia Manzo.