Los países europeos están empezando a salpicar sus mapas urbanos con pequeños bosques, siguiendo el modelo japonés botánico más famoso. Estas pequeñas zonas verdes tienen tanta biodiversidad como un área silvestre, pero a veces son del tamaño de una pista de tenis.
La idea es que personas voluntarias puedan plantar grupos de plantas que den lugar a un pequeño ecosistema funcional que ayude a recuperar la calidad de los suelos, proteja recursos como el agua y el aire y actúe como un punto de biodiversidad que tenga un efecto tangible en el entorno local y regional.
Akira Miyawaki fue el botánico que en 1970 observó que los árboles que rodeaban los templos sintoístas y budistas solían ser de especies nativas bien adaptadas al suelo y al clima de Japón. Más tarde, descubrió que solo el 0,06% de los bosques contemporáneos japonés eran bosques autóctonos y el resto, la gran mayoría, estaban formados por especies de árboles no nativas que se habían plantado de forma artificial.
Miyawaki ideó un sistema, ahora conocido como el método Miyawaki, para restaurar los bosques indígenas en tierras degradadas o deforestadas. Consiguió crear más de 1.700 bosques por todo Asia. Diez años después, el 96,7% de ellos eran ecosistemas resilientes.
Miyawaki en Europa
Organizaciones como Urban Forests en Francia o The Tiny Forest Initiative en Países Bajos se han interesado en este método para utilizarlo para luchar contra el cambio climático.
El 2 de marzo, Urban Forests creó el primer bosque de este estilo en Toulouse. Consta de 1.200 árboles de 22 especies diferentes. En cuanto a la iniciativa Tiny Forest, que comenzó en 2015 en la ciudad de Zaandam, ya ha plantado 100 bosques Miyawaki por todo el país y había planeado bastantes más para los tres primeros meses de 2020.
Los ecologistas de estas organizaciones afirman que este tipo de bosques tienen más biodiversidad que los bosques convencionales más cercanos a esas ciudades: “Tanto el número de especies como el total de plantas es generalmente mayor que en los otros”.
