La película «La sociedad de la nieve» de J.A. Bayona, que aborda la famosa tragedia de
los Andes de 1972, ha generado un impacto extraordinario. En este relato, un grupo de
jóvenes uruguayos se embarca en una hazaña sin igual para subsistir tras el accidente
de avión que los dejó atrapados durante más de setenta días en las inhóspitas montañas
heladas, a miles de metros sobre el nivel del mar y con escasos recursos que lograron
rescatar de entre los restos del fuselaje.
Tras el rescate, los supervivientes optaron inicialmente por ocultar que habían
recurrido a la antropofagia, movidos por el temor. La antropofagia se refiere al acto de
consumir carne humana. Puede tener connotaciones culturales, religiosas, rituales o, en
algunos casos, puede ser el resultado de situaciones de supervivencia extrema.
Posteriormente, se vieron expuestos, censurados y recriminados por los medios, que los
catalogaron como «caníbales». Este aspecto tan controversial de la historia representa
un dilema profundo, donde la desesperación y la lucha por sobrevivir se mezclan con
las complejidades morales de nuestras acciones. “La sociedad de la nieve» nos invita a
reflexionar sobre los límites de la ética en circunstancias extraordinarias, abordando un
tema que despierta el debate.
Una práctica controversial
La diferencia entre antropofagia y canibalismo es principalmente semántica. Ambos
términos se utilizan para describir el acto de consumir carne humana, pero a veces se
usan en contextos ligeramente distintos. El primer caso de canibalismo ha sido
atribuido a los neandertales. Por un lado, existen evidencias de que los neandertales
enterraron muertos en distintos yacimientos, como es el caso de la Chapelle-aux-Saints
en Francia y Sima de las Palomas en la Península Ibérica. Otros yacimientos, en
cambio, muestran que los neandertales consumieron la carne y partieron los huesos de
otros congéneres con un fin alimenticio.
Desde una perspectiva biológica y cultural, el canibalismo humano ha adoptado
diversas formas a lo largo del tiempo. Algunas sociedades antiguas practicaban rituales
caníbales como parte de sus tradiciones religiosas o ceremonias, mientras que en otros casos, el canibalismo surgía como una estrategia de guerra para infundir terror en el
enemigo.
En situaciones de hambruna, desastres naturales o eventos extremos, ha habido
registros históricos de individuos o grupos recurriendo al consumo de carne humana
como último recurso para sobrevivir. Un ejemplo es precisamente el caso de la
expedición de los Andes en 1972, inmortalizado en la película «La Sociedad de la
Nieve», donde un grupo de sobrevivientes se vio obligado a consumir carne humana
para subsistir.
Es importante destacar que esta práctica se considera un tabú en la mayoría de las
culturas modernas, con consecuencias legales significativas. A nivel ético, plantea
cuestionamientos profundos sobre los límites entre la necesidad extrema y los
principios morales.
Caníbales de la gran pantalla
Robert Maudsley entró en prisión en 1974, condenado a cadena perpetua por el
asesinato de un hombre. Después de ser internado en un hospital psiquiátrico de alta
seguridad, mató a tres personas más. Tras ello, las autoridades del Reino Unido
consideraron que era demasiado peligroso para convivir con otros presos y
construyeron una celda de aislamiento expresamente para él. Maudsley es, desde
entonces, el preso británico que más tiempo lleva confinado en régimen de aislamiento.
Además, de sus últimos dos crímenes, la prensa inglesa dijo que se había comido los
cerebros de sus víctimas tras matarlos. La terrorífica historia de Maudsley acabó
inspirando la figura de Hannibal Lecter, el personaje literario que llegó a la gran
pantalla con El silencio de los corderos, uno de los mejores thrillers psicológicos jamás
estrenados.
La exploración del canibalismo o la antropofagia, ya sea en la vida real o en la fantasía
más seductora de la cultura popular, nos insta a reflexionar sobre la complejidad de la
condición humana. La película “La sociedad de la nieve” nos confronta con dilemas
éticos profundos, recordándonos que en circunstancias de “vida o muerte”, la línea
entre la necesidad y la moralidad puede tornarse difusa.