Estoy aprendiendo mucho de la serie turca Mujer (2017-2020). Tata de una madre, Bahar, y dos niños pequeños, Darouk y Nissan, de unos 4 y 8 años, y la relación entre ellos. Me quito el sombrero ante esa mujer que dice la verdad a sus hijos desde que ellos, un día, hartos ya de mentiras, se la reclamaron. “Me has mentido mamá. Ya no eres mi madre”. Algo así le dice Nissan, la niña mayor, a Bahar, la inmensa, asombrosa y envidiable madre-coraje que ya no mentirá a sus hijos, en nada.
¿Y si el tema es delicado, privado o confidencial? “Mira Nissan, a veces las personas no queremos hablar de lo que pasa y eso hay que respetarlo. Lo entiendes, ¿verdad?”. Y ante eso, ¿qué puede decir Nissan, o qué podríamos decir cualquiera de nosotros?
Mentir vs. verdades sin filtro
Una cosa es no mentir y otra muy distinta, ir contándolo todo incontrolada e impulsivamente, vomitando verdades que no interesan a nadie. Estos ataques ciegos de sincericidio pueden llevar al extremo la verdad sin filtro y causar mucho daño.
Tenemos un famoso ejemplo en el cine de que hay que decir la verdad, de la mano de Chus Lampreave en una de las más desternillantes películas de Pedro Almodovar, Mujeres al borde de un ataque de nervios en 1988. ¿Recordáis?: “Lo siento señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir, yo solo puedo decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”. Jajajja, ¡qué buenos ratos he pasado viéndola en el cine y la TV! Pero una cosa es una película y una actriz cómica, y otra la vida. No nos desviemos del tema.
Mentir se ha convertido en compañero de viaje. Hay tanta mentira a nuestro alrededor que la estamos aceptando como algo natural. “Y qué le vamos a hacer, ¡todo el mundo miente!”. Pues claro que “le vamos a hacer”: podemos no mentir nosotros.
- No entrar en el juego.
- Ser más responsables de nuestros actos.
- Asumir las consecuencias de ellos.
- Ser ejemplo para nuestros hijos, nuestros empleados, nuestros equipos, nuestros amigos.
Podemos vivir honestamente. Como dice el lema de Good4Good, podemos cambiar el mundo. ¡Claro que podemos! ¿Qué nos lo impide?
Aceptamos que nos pasen informes diciendo que todo va bien y, peor aún, hacemos informes de situación de proyectos evitando especificar los retrasos y las dificultades. Y todos entramos en el juego. Estos comportamientos se convierten en la cultura de la empresa. Y cuando esta forma de actuar se instala en una oficina, fábrica, bufete, hospital, o cualquier otro lugar de trabajo, cuesta mucho salir de ella. A ver quién es el guapo que rompe con lo que se ha venido haciendo hasta ahora o lo que hace todo el mundo.
Todo lo que supone una mentira
¿Pero, qué beneficio tiene mentir? Pues, uno de ellos puede ser ahorrarse explicaciones. De acuerdo, te ahorras una argumentación, quizá ponerte colorado, quizá un castigo, quizá un enfado. Puede ser, pero ¿compensa?, ¿es así como queremos ser conocidos?, ¿es así como queremos que nos traten a nosotros?
La consecuencia más devastadora para mí de aceptar mentir como una acción necesaria, cotidiana y hasta beneficiosa, es que mentir produce que la confianza se empañe, se quiebre, incluso que desaparezca irremediablemente. Y, amigos, la confianza es como un espejo: si se rompe… hay que cambiar de espejo.
Aceptar el engaño, la falsedad, al mentiroso o mentirosa, lo incorrecto, es aceptar también:
- Que no te importa faltar el respeto a la persona a la que le cuentas la trola. O bien porque la consideras ignorante para entender o asumir la verdad, o porque directamente no te importa. Te resbala lo que piense esa persona.
- Que temes las consecuencias, con lo que muestras cobardía para enfrentarte a los hechos, falta de responsabilidad sobre tus actos e inmadurez para entender los efectos en otros.
- Que es una pescadilla que se muerde la cola. Se puede convertir en un hábito. Puedes entrar en una vorágine donde convives con el engaño, que ya te sacó de apuros en otras ocasiones.
Pues sí, la mentira puede ser poderosa, adictiva, y fácil de formular. Pero no olvidemos que es la tarjeta de visita de la desconfianza y, con ella, del rechazo y la soledad.
La honestidad, por el contrario, produce una tranquilidad interior que nos libera, nos fortalece, y nos permite enfrentarnos a las situaciones con valentía, con sencillez, con nuestras herramientas, y llamando a cada cosa por su nombre.
¿Dónde está la fuerza para ti, en la mentira o en la honestidad? ¿Qué modelo de vida quieres seguir para crecer?
Antonia Caballero Cano se define como “coach, economista, escuchadora, aventurera, privilegiada, agradecida, alerta, consciente, resolutiva y sociable”. Lleva años dedicada a “crear encuentros” y a aportar “bienestar a personas y equipos”. Sigue su Columna La Fuerza en Good4Good para continuar mejorando.